Tú, que decidiste lanzarte a la aventura de navegar aguas desconocidas, que no conocías el rumbo y te arriesgaste a viajar sin brújula... sólo te guiaste por tu instinto, por las instrucciones de tu corazón, cada latido fuerte y vibrante era un paso seguro y confiado, y te sacudieron fuertes olas, mares picados, monstruos marinos se levantaron frente a ti, y aún así, seguiste tu rumbo, marinero de mil mares, tu instrumento de orientación fue tu espíritu, tu amor era la aguja que indicaba hacia dónde seguir, y allí anclaste, ni los fuertes vientos, ni los arrecifes que te golpearon, pudieron mover tu barco de ese inmenso paisaje.
Autora: Ana Rivero F. (Venezuela)
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