El Sol, como cada tarde, ya se disponía a retirarse para cederle el paso a la Luna, la única testigo de aquel amor que utilizaba las sombras para entregarse a plenitud... y al final de la noche, en la penumbra, dos cuerpos se divisaban a lo lejos partiendo por caminos diferentes, esperando un nuevo amanecer que les diera la dicha de seguir juntos, de no volver a esconder su amor.
Autora: Ana Rivero F. (Venezuela)
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